El respeto o reconocimiento es la consideración de que alguien o incluso algo tiene un valor por sí mismo y se establece como reciprocidad: respeto mutuo, reconocimiento mutuo. El término se refiere a cuestiones morales y éticas, es utilizado en filosofía política y otras ciencias sociales como la antropología, la sociología y la psicología.1
El respeto en las relaciones interpersonales comienza en el individuo, en el reconocimiento del mismo como entidad única2 que necesita que se comprenda al otro.3 Consiste en saber valorar los intereses y necesidades de otro individuo en una reunión. EL PRINCIPIO DEL RESPETO Principio de respeto o autonomía de las personasEste principio se basa en dos teorías ético-morales5 que dicen textualmente:
El respeto por la autonomía del individuo, que se sustenta
esencialmente en el respeto de la capacidad que tienen las personas para
su autodeterminación en relación con las determinadas opciones
individuales de que disponen.
Protección de los individuos con deficiencias o disminución de su
autonomía en el que se plantea y exige que todas aquellas personas que
sean vulnerables o dependientes resulten debidamente protegidas contra
cualquier intención de daño o abuso por otras partes.
Este principio de autonomía sirvió como base de la bioética
desde los aspectos sociopolíticos, legales y morales aunque no para
garantizar el respeto de las personas en las transacciones médicas.
El sumak kawsay (del quechua al español: buen vivir)
es un concepto de la filosofía política contemporánea que toma su
nombre un antiguo término amerindio andino, se inspira en él y lo
interpreta en términos contemporáneos. El "buen vivir" se refiere a un
estilo de vida que promueva los llamados derechos económicos, sociales y culturales y relaciones más sustentables con la naturaleza, de una forma distinta a cómo los promueve el modelo desarrollista al que los proponentes del "buen vivir" identifican con el concepto de "vivir mejor" - el cual rechazan.1 La idea se encuentra presente en las constituciones de Ecuador y Bolivia desde la primera década del siglo XXI, con el propósito de que el derecho constitucional local logre una integración de ciertos aspectos de las ideologías socialdemócrata, indigenista y ecologista, elevando esta fusión a ley suprema.
El concepto del "buen vivir" toma su terminología "sumak kawsay" de
la cosmovisión ancestral quechua de la vida. Según sus proponentes está
presente de forma similar entre los aymará como suma qamaña y entre los guaraníes como teko porâ o teko kavi. En su significado quechua original, sumak hace referencia a la realización ideal y hermosa del planeta, mientras que kawsay significa "vida", una vida digna, en plenitud. El "sumak kawsay" ancestral considera a las personas como un elemento de la Pachamama o Madre Tierra (madre mundo). Así, a diferencia de otros paradigmas, el buen vivir
moderno, inspirado en la tradición indígena, buscaría el equilibrio con
la naturaleza en la satisfacción de las necesidades ("tomar solo lo
necesario" con vocación para perdurar), sobre el mero crecimiento
económico.
Influencia en la legislación de Ecuador y Bolivia
El concepto del buen vivir ha tenido una importante influencia en el espíritu y la redacción de las nuevas constituciones de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009). Además, ha permitido el desarrollo de nuevas leyes y de conceptos como el de Derechos de la Madre Naturaleza.
La constitución ecuatoriana incorpora los principios del buen vivir o Sumak Kawsay
en sus artículos 275° a 278° (Título VI: Régimen de Desarrollo), donde
especifica que: "El Buen Vivir requerirá que las personas, comunidades,
pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan
responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus
diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza". 2
De acuerdo con el Plan Nacional del Buen Vivir para la República del Ecuador (2009-2013),3 los elementos que lo constituyen son:
la satisfacción de las necesidades.
calidad de vida.
muerte digna.
amar y ser amado.
florecimiento saludable de todos en armonía con la naturaleza.
prolongación indefinida de las culturas.
tiempo libre para la contemplación.
la emancipación y ampliación de las libertades, capacidades y potencialidades
Primera página del códice, donde se muestra la alegoría fundacional de México-Tenochtitlan.
El Imperio azteca —también llamado, de forma minoritaria, Imperio mexica—1 fue una entidad de control territorial, político y económico que existió en la zona central de Mesoamérica, durante el Posclásico Tardío, antes de la Conquista española. Formalmente, estaba integrada por los dominios de la Triple Alianza (Ēxcān Tlahtolōyān), conformada por Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan. En los hechos, la mayor parte de los territorios bajo el dominio de los altépetl coaligados pertenecían a los mexicas.
La expansión de la Triple Alianza tuvo lugar después del declive de Azcapotzalco como el centro político dominante en el valle de México.
Esta ciudad fue vencida por la alianza de los mexicas y los acolhuas en
1430. A partir de entonces, los territorios del Imperio azteca se
fueron ampliando hasta llegar a ocupar el centro de México, la zona
central de Oaxaca, la costa del golfo de México, Guerrero y el
Soconusco. El fin del Imperio azteca ocurrió en 1521, cuando los españoles —en alianza con los tlaxcaltecas y totonacas, entre otros pueblos indígenas— derrotaron la resistencia mexica en Tenochctitlan.
Contexto histórico y geográfico
Diversos pueblos convivieron en la etapa final del desarrollo mesoamericano, conocido arqueológicamente como Posclásico tardío, que comprendió de los siglos VIII a XV.8 En este tiempo la entidad política de mayor complejidad fue México-Tenochtitlan, cuyo origen histórico se remonta a una coalición militar conocida como la Triple Alianza, que vinculó a tres estados emergentes: los mexicas, cuya ciudad capital fue México-Tenochtitlan, famosa urbe de su época; los Acolhua con Texcoco como ciudad primordial, considerada el centro cultural por excelencia; y Tlacopan, que reunió a los sobrevivientes del antiguo señorío que alguna vez dominó el valle de México. Los aztecas impusieron con astucia su jerarquía sobre sus aliados, y extendieron su dominio hasta las costas del océano Pacífico y del golfo de México.
Adquirieron riqueza y poder a partir de la imposición de un estricto
sistema de tributación, de tal manera que a la llegada de los españoles
en los inicios del siglo XVI, su capital era considerada la urbe más
importante y magnificente de su época. La lengua dominante entre los
aliados fue el náhuatl,
que se convirtió en la “lingua franca” de gran parte de Mesoamérica,
utilizada para nombrar la geografía del México antiguo, sustituyendo
inclusive las voces de otros ancestrales idiomas. En cuanto al otro
estado indígena, el Imperio Tarasco, conocido también como Purépecha, cuya ciudad principal fue Tzintzuntzan,
que al final de su periodo histórico funcionó como su capital política,
impuso su dominio militar en una amplia zona que comprendió el
centro-norte y occidente de México.
El idioma de este pueblo era el porhe o tarasco, fundamentalmente
diferente al náhuatl y que no se vincula con ninguna otra lengua del
México antiguo.
La expansión de los mexicas
coincidió con el florecimiento de una tradición ideológica de carácter
interétnico que vinculó a pueblos que hablaban lenguas e idiomas
diferentes, Este lenguaje artístico comunicó historias, deidades y ritos
en los que coincidieron ancestrales mitos y tradiciones.
Ubicación del Imperio azteca
Los aztecas establecieron México Tenochtitlán en el centro del Valle de México, expandiendo su control hacia ciudades-estado ubicadas en los actuales estados de México, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Guerrero, la costa de Chiapas, Estado de Hidalgo, y parte de Guatemala.
El territorio que se conquistó no fue de un monótono clima, sino que
abarcó climas tan variados como el clima polar de alta montaña hasta los
climas cálidos. Hubo una gran variedad de ecosistemas desde bosques de
coníferas, mixtos, caducifolios hasta los ecosistemas cálidos como lo
son las selvas tropicales, desiertos rocosos, selva caducifolia,
manglares, bosque tropical, entre otros ecosistemas.
Desarrollo histórico
Los aztecas fueron una tribu de nómadas que fraguaron uno de los
imperios más grandes e importantes de la América precolombina en solo
200 años. Compitieron con Roma en sofisticación ya que tenían la mejor
tecnología que se podía obtener dadas las condiciones en que vivían como
acueductos, palacios, pirámides y templos que se alzaron como tributo a
sus dioses y como testimonio de poder para la humanidad. Hacia el siglo
XIII los aztecas se asentaron en Chapultepec, desde donde fueron
expulsados por una coalición de enemigos. Luego de ser expulsados
constituyeron su asentamiento definitivo en Tenochtitlan hacia el 1325.
Tenochtitlan se transformó en la principal ciudad de la zona, formando
alianza con las ciudades de Acolhuaque y Tlacopan. Esta alianza logró
desarrollar un gran poderío militar. Con Moctezuma II (1502-1520), los
aztecas se habían transformado en uno de los principales imperios que
dominaba un vasto territorio y millones de súbditos.
El Estado mexica (en náhuatl: Ēxcān Tlahtolōyān), llamado comúnmente
Imperio azteca, fue la formación política mexica derivada del proceso de
expansión territorial del dominio económico de la ciudad-estado México-Tenochtitlan,
que floreció en el siglo XIV en Mesoamérica. Fue encabezado por los
mexicas —también conocidos como aztecas—, un pueblo que, de acuerdo con
algunos documentos históricos como la Tira de la Peregrinación, era
originario de un sitio mítico conocido como Aztlán, al que se suele
ubicar fuera de los confines de Mesoamérica. Sin embargo, parece
plausible que los mexicas fueran un pueblo de tradición cultural
netamente mesoamericana y no los descendientes de grupos chichimecas
dedicados a la cacería y la recolección.
Gobierno
El Estado mexica fue una teocracia encabezada por el huey-tlatoani,
gobernante máximo electo por un consejo integrado por representantes de
los veinte grupos de personas emparentadas o clanes en que se dividía
la sociedad. Cuando el tlatoani, debía tomar decisiones fundamentales,
por ejemplo la declaración de la guerra, deliberaba con algunos
asesores. El más importante fue el Cihuacóatl, quien colaboraba
con él en el gobierno y lo reemplazaba en caso de ausencias. En los
niveles inferiores había muchos funcionarios; entre ellos, los jueces
encargados de vigilar el cumplimiento de las normas y los guardianes de
los depósitos de armas.
Organización política
La figura política principal era el tlatoani (tlahtoāni
'orador, mandatario'), una especie de monarquía hereditaria, de
descendencia tolteca, que gobernaba con un consejo de nobles
prominentes. El Huey Tlatoani (huēy tlahtoāni 'gran mandatario') o Tlacatecuhtli (tlācatēuctli 'señor de los hombres') era el máximo gobernante. Se le consideraba representante de los dioses. Otros altos mandatarios eran:
El Cihuacóatl era una especie de "co-emperador". Se encargaba de la
administración tributaria, los asuntos religiosos y las apelaciones
judiciales.
El Tlacochcálcatl y el Tlacatécatl eran jefes del ejército.
El Huitzncahuatlailótlac y el Tizociahuácatl eran jueces principales.
Un Tlatoque (tlahtoqueh 'que tiene derecho a hablar/mandar') era gobernador de una provincia.
Un Tecuhtli (tēuctli 'señor') era el juez y supervisor del pago de tributos en las provincias.
Estructura de dominio
Los aztecas y sus aliados establecieron su dominio sobre numerosos
pueblos, especialmente en el centro de México, la región de Guerrero y
la costa del golfo de México, así como algunas zonas de Oaxaca. Poseían además enclaves en varias posiciones estratégicas en la región de Tabasco (Xicalanco) y dominaban la ruta entre el corazón de Mesoamérica y la rica región del Xoconochco —ubicada en el sur del actual Estado mexicano de Chiapas— que era regida directamente por los mexicas.
Los mexicas expandieron su control económico, principalmente mediante
tributación, a través de una amplia región del actual centro de México, con excepciones importantes de control político en altépetl
disidentes o fronterizos. Formalmente, se trataba de un conjunto de
dominios inicialmente regidos de los tres estados integrantes de la Triple Alianza —Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan—,
aunque es verdad que los mexicas de Tenochtitlan encabezaron esta
confederación y fueron el estado más expansionista de los tres
mencionados. Por otra parte, los mexicas nunca establecieron un dominio
directo sobre los pueblos conquistados.
Exactamente, la élite gobernante de la Triple Alianza se apropiaba de
la producción de las otras naciones mesoamericanas mediante la
imposición de un tributo, que era fijado de acuerdo con la especialización económica y geográfica de los dominados y recolectado por un calpixque,
o recaudador. Los dominadores no impusieron su religión ni su lengua a
los dominados. Aunque es cierto que los estados sometidos no tenían
independencia política total, seguían gobernados por grupos locales.
Sólo en algunos casos, los mexicas establecieron un control militar en
ciertos puntos estratégicos de sus dominios.
El modo en que los mexicas impusieron su dominio sobre otros pueblos
mesoamericanos fue diverso, no ajustándose a una estructura imperial
tradicional como en las monarquías europeas. Aunque se suele señalar el
carácter militar de varias conquistas mexicas, también establecieron una
complicada red de alianzas matrimoniales con las élites locales para
asegurar la lealtad hacia el poder de México-Tenochtitlan. Tal fue el caso, por ejemplo, de los zapotecos del istmo de Tehuantepec.
El dominio del Estado mexica en Mesoamérica no fue total. Varios
estados mesoamericanos fueron capaces de resistir el empuje de los
tenochcas y sus aliados, entre ellos los popolocas de Teotitlán del Camino, los tlapanecos de Yopitzinco, el señorío de Metztitlán (norte de Hidalgo), los mixtecos de Tututepec, la confederación Tlaxcalteca y el estado tarasco de Michoacán.
De sobra es conocido que los tlaxcaltecas eran enemigos acérrimos de
los mexicas, que les habían impuesto la obligación de participar de la Xochiyáoyotl
a cambio de su independencia. Tampoco debe dejar de mencionarse que los
mexicas nunca pudieron derrotar a los tarascos, y que la presencia de
este pueblo impidió la expansión de sus dominios hacia el occidente.
El fin del régimen de dominio internacional de los mexicas y sus aliados en Mesoamérica concluyó con la Conquista
española de México-Tenochtitlan. En este suceso, que se suele tomar
como punto final del desarrollo independiente de la civilización
indígena mesoamericana, participaron no sólo los expedicionarios
europeos, sino, decisivamente, sus aliados indígenas provenientes de
numerosas naciones tributarias de la Triple Alianza que vieron en los
recién llegados una oportunidad de poner fin al dominio tenochca.
Huey Tlatoani es una expresión náhuatl, usada para denominar a los gobernantes (tlahtoāni 'orador') de México-Tenochtitlan,
Texcoco y Tlacopan quienes ejercían su poder sobre el valle de México.
Narra la tradición que a la muerte del caudillo Tenoch los aztecas
consideraron necesario emular en su organización política y social a los
pueblos vecinos de linaje Tolteca y rogaron al señor de Culhuacán les
diera un " huey tlatoani "Acamapichtli, que quiere decir "el que empuña
la caña", hacia el año 1375 se convirtió en el primer rey de México -
Tenochtitlan.
El sumak kawsay (del quechua al español: buen vivir)
es un concepto de la filosofía política contemporánea que toma su
nombre un antiguo término amerindio andino, se inspira en él y lo
interpreta en términos contemporáneos. El "buen vivir" se refiere a un
estilo de vida que promueva los llamados derechos económicos, sociales y culturales y relaciones más sustentables con la naturaleza, de una forma distinta a cómo los promueve el modelo desarrollista al que los proponentes del "buen vivir" identifican con el concepto de "vivir mejor" - el cual rechazan.1 La idea se encuentra presente en las constituciones de Ecuador y Bolivia desde la primera década del siglo XXI, con el propósito de que el derecho constitucional local logre una integración de ciertos aspectos de las ideologías socialdemócrata, indigenista y ecologista, elevando esta fusión a ley suprema.
El concepto del "buen vivir" toma su terminología "sumak kawsay" de
la cosmovisión ancestral quechua de la vida. Según sus proponentes está
presente de forma similar entre los aymará como suma qamaña y entre los guaraníes como teko porâ o teko kavi. En su significado quechua original, sumak hace referencia a la realización ideal y hermosa del planeta, mientras que kawsay significa "vida", una vida digna, en plenitud. El "sumak kawsay" ancestral considera a las personas como un elemento de la Pachamama o Madre Tierra (madre mundo). Así, a diferencia de otros paradigmas, el buen vivir
moderno, inspirado en la tradición indígena, buscaría el equilibrio con
la naturaleza en la satisfacción de las necesidades ("tomar solo lo
necesario" con vocación para perdurar), sobre el mero crecimiento
económico.
LA CONQUISTA
La conquista de América es el proceso de exploración, conquista y asentamiento en el Nuevo Mundo por España y Portugal en el siglo XVI, y otras potencias europeas posteriormente, después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492. La Conquista dio lugar a regímenes virreinales y coloniales
muy poderosos que resultaron en la asimilación cultural de los
indígenas y su sometimiento a las leyes de las potencias conquistadoras.1
Toda Europa creció enormemente gracias a las riquezas de América, no
solo España y Portugal. La Conquista dio lugar a la importación de
nuevos productos agrícolas en Europa como el tomate, la patata o el cacao
que tuvieron un gran impacto en la economía y hábitos europeos. La
introducción de minerales americanos impulsó enormemente la economía
europea pero también creó situaciones de alta inflación. En los siglos posteriores, el oro y la plata desempeñaron una función importante en el nacimiento del capitalismo,
principalmente en los Países Bajos, Gran Bretaña y Francia. La
Conquista de América fue un proceso casi permanente, ya que algunas
sociedades indígenas opusieron una resistencia contínua y otras nunca
fueron asimiladas completamente. España
llegó a conquistar la mayor parte de América debido a que fue el país
que patrocinó el viaje de descubrimiento, por medio de los Reyes Católicos, y que antes inició la colonización. Mediante una bula del papa Alejandro VI, se declaró legítima la posesión española de todas las tierras encontradas más allá de cien leguas al oeste de las islas Azores.2
Una ligera modificación posterior repartió el continente americano
entre las potencias de España y Portugal, lo cual quedaría ratificado en
el Tratado de Tordesillas. Sin embargo otras potencias europeas se sumaron a la conquista y colonización en América más tarde. Entre ellas se encuentran Francia, Gran Bretaña, los Países Bajos, y hasta Rusia y Dinamarca. También se formaron pequeñas colonias efímeras de países escandinavos en la costa oriental de lo que actualmente son los Estados Unidos.
Varios pueblos americanos presentaron resistencia a la ocupación de
los europeos a pesar de encontrarse en desventaja desde el punto de
vista de tecnología bélica. Las armas y técnicas de guerra españolas
eran más avanzadas que las indígenas. Los europeos conocían la
fundición, la pólvora
y contaban con caballos y vehículos de guerra. Los americanos contaban
con una tecnología lítica y carecían de animales de carga, a pesar de
ser superiores en número y en conocimiento del terreno. Las enfermedades
que los europeos llevaron a América —para las cuales los indígenas
carecían de defensas— cobraron miles de vidas y fueron un factor que
pesó en contra de las sociedades americanas, que en medio de la guerra
también enfrentaron el desastre epidemiológico. La historia de la
Conquista de América ha sido relatada principalmente desde el punto de
vista de los europeos. Salvo en el caso de los mesoamericanos, los
pueblos indígenas desconocían la escritura,
de modo que los registros de los hechos desde la perspectiva indígena
consisten principalmente en relatos recuperados algunos años después por
los propios europeos. Se cuenta con ellos en los casos de Nueva España,
el Perú y Yucatán.